La Prueba del Jade
Cuando llegué a la subdividida casa,
donde lo mismo podía encontrar el falso
reloj de Potsdam los días del recibo
del ajedrecista Kempelen, o el perico
de porcelana de Sajonia, favorito de María Antonieta.
Estaba allí también, en su caja de peluche
negro y de algodón envuelto en tafetán blanco,
la pequeña diosa de jade, con un gran ramo
que pasaba de una mano a la outra más fría.
La ascendí hasta la luz, era el antiguo
rayo de la luna cristalizado, el gracioso bastón
con el que los emperadores chinos juraban el trono,
y dividían el bastón en dos partes y la sucesión
milenaria seguía subdividiendo y siempre quedaba el jade
para jurar, para dividir en dos partes,
para el yin y para el yang.
Pero el probador, paseante de los metales y las jarras,
me dijo con su cara rápida de conejo color caramelo:
apóyela en la mejilla, el jade siempre frío.
Sentí que el jade era el interrruptor,
el interpuesto entre el pascalino entredeux,
el que suspende la afluencia claroscura,
la espada para la luminosidad espejante,
la sílaba detenida entre el río que impulsa
y el espejo que detiene.
Da prueba de su validez por el frío,
el señuelo para el conejo húmedo.
Todas las joyas en la lámina del escudo:
en la mañana el conejo oscilando
sus bigotes sobre una mazorca de maíz.
Qué comienzos, qué oros, qué trifolias,
El conejo, la reina del jade, el frío que interrumpe.
Pero el jade es también un carbunclo entre el río y el espejo,
una prisión del agua donde despereza
el pájaro hoguera, deshaciendo el fuego en gotas.
Las gotas como peras, inmensas máscaras
a las que el fuego les dictó las escamas de su soberanía.
Las máscaras hechas realezas por las entrañas
que les enseñaron como el caracol
extraer el color de la tierra.
Y la frialdad del jade sobre las mejillas,
para proclamar su realeza, su peso verdadero,
su huella congelada entre el río y el espejo.
Probar su realidad por el frío,
la gracia de su ventana por la ausencia,
y la reina verdadera, la prueba del jade,
por la fuga de la escarcha
en un breve trineo que traza letras
sobre el nido de las mejillas.
Cerramos los ojos, la nieve vuela.
A Prova do Jade
Quando cheguei à subdividida casa
onde tanto poderia encontrar o falso
relógio de Potsdam os dias de visita
do enxadrista Von Palem, ou o periquito
de porcelana da Saxônia, favorito de Maria Antonieta.
Estava ali também, em sua caixa de pelúcia
negra e de algodão envolto em tafetá branco,
a pequena deusa de jade, com um grande ramo
que passava de uma para a outra mão mais fria.
Ascendi-a até a luz, era o antigo
raio de lua cristalizado, o gracioso bastão
com que os imperadores chins juravam o trono,
e dividiam o bastão em duas partes e a sucessão
milenária seguia subdividindo e sempre ficava o jade
para jurar, para dividir em duas partes,
para o yin e para o yang.
Mas o provador, ocioso de metais e de jarras,
me disse com sua cara rápida de coelho cor caramelo:
apóie-se na face, o jade sempre frio.
Senti que o jade era o interruptor,
o interposto entre o pascalino entre-deux,
o que suspende a afluência claroescura,
a espada para a luminosidade espelhante,
a sílaba detida entre o rio que impulsa
e o espelho que detém.
Dá prova de sua validez pelo frio,
isca para o coelho úmido.
Todas as jóias na lâmina do escudo:
matinal o coelho oscilando
seus bigodes sobre uma espiga de milho.
Que começos, que ouros, que trifólios,
o coelho, a rainha do jade, o frio que interrompe.
Mas o jade é também um carbúnculo entre o rio e o espelho,
uma prisão de água onde se espreguiça
o pássaro fogueira, desfazendo o fogo em gotas.
As gotas como peras, imensas máscaras
às quais o fogo ditou as escamas de sua soberania.
As máscaras feitas realezas pelas entranhas
que lhes ensinaram como o caracol
a extrair a cor da terra.
E a frieza do jade sobre as faces,
para proclamar sua realeza, seu peso verdadeiro,
seu rastro congelado entre o rio e o espelho.
Provar sua realidade pelo frio,
a graça de sua janela pela ausência,
e a rainha verdadeira, a prova do jade,
pela fuga da geada
em um breve trenó que traça letras
sobre o ninho das faces.
Fechamos os olhos, a neve voa.
Tradução: Haroldo de Campos
Llamado del Deseoso
Deseoso es aquel que huye de su madre.
Despedirse es cultivar un rocío para unirlo con la secularidad de la saliva.
La hondura del deseo no va por el secuestro del fruto.
Deseoso es dejar de ver a su madre.
Es la ausencia del sucedido de un día que se prolonga
y es a la noche que esa ausencia se va ahondando como un cuchillo.
En esa ausencia se abre una torre, en esa torre baila un fuego hueco.
Y así se ensancha y la ausencia de la madre es un mar en calma.
Pero el huidizo no ve el cuchillo que le pregunta,
es de la madre, de los postigos asegurados, de quien se huye.
Lo descendido en vieja sangre suena vacío.
La sangre es fría cuando desciende y cuando se esparce circulizada.
La madre es fría y está cumplida.
Si es por la muerte, su peso es doble y ya no nos suelta.
No es por las puertas donde se asoma nuestro abandono.
Es por un claro donde la madre sigue marchando, pero ya no nos sigue.
Es por un claro, allí se ciega y bien nos deja.
Ay del que no marcha esa marcha donde la madre ya no le sigue, ay.
No es desconocerse, el conocerse sigue furioso como en sus días,
pero el seguirlo sería quemarse dos en un árbol,
y ella apetece mirar el árbol como una piedra,
como una piedra con la inscripción de ancianos juegos.
Nuestro deseo no es alcanzar o incorporar un fruto ácido.
El deseoso es el huidizo
y de los cabezazos con nuestras madres cae el planeta centro de mesa
y de dónde huimos, si no es de nuestras madres de quien huimos
que nunca quieren recomenzar el mismo naipe, la misma noche de
igual ijada descomunal?
Chamado do Desejoso
Desejoso é aquele que foge de sua mãe.
Despedir-se é lavrar um orvalho para uni-lo à secularidade da saliva.
A profundidade do desejo não está no seqüestro do fruto.
Desejoso é deixar de ver sua mãe.
É a ausência do acontecido de um dia que se prolonga
e é na noite que essa ausência vai afundando como um punhal.
Nessa ausência se abre uma torre, nessa torre dança um fogo oco.
E assim se alastra e a ausência da mãe é um mar em calma.
Mas o fugidio não vê o punhal que lhe pergunta,
é da mãe, dos postigos fechados, que ele foge.
O descendido em sangue antigo soa vazio.
O sangue é frio quando desce e quando se espalha circulizado.
A mãe é fria e está perfeita.
Se for por morte seu peso dobra e não mais nos solta.
Não é pelas portas onde assoma nosso abandono.
É por um claro onde a mãe ainda anda, mas já não os segue.
É por um claro, ali se cega e logo nos deixa.
Ai do que não anda esse andar onde a mãe não o segue mais, ai.
Não é desconhecer-se, o conhecer-se segue furioso como em seus dias,
mas segui-lo seria o incêndio de dois numa só árvore,
e ela adora olhar a árvore como uma pedra,
como uma pedra com a inscrição de antigos jogos.
Nosso desejo não é pegar ou incorporar um fruto ácido.
O desejo é o fugidio
e das cabeçadas com nossas mães cai o planeta centro de mesa
e de onde fugimos, se não é de nossas mães que fugimos,
que nunca querem recomeçar o mesmo jogo, a mesma
noite de igual ilharga descomunal?
Tradução: Josely Vianna Baptista
Ah, Que Tú Escapes
Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no querías creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.
Ah, que você escape
Ah, que você escape no instante
em que tenha alcançado sua melhor definição.
Ah, minha amiga, não queira acreditar
nas perguntas dessa estrela recém-cortada,
que vai molhando suas pontas em outra estrela inimiga.
Ah, se fosse certo que, à hora do banho,
quando, em uma mesma água discursiva,
se banham a imóvel paisagem e os animais mais finos:
antílopes, serpentes de passos breves, de passos evaporados,
parecem entre sonhos, sem ânsias levantar
os mais extensos cabelos e a água mais recordada.
Ah, minha amiga, se no puro mármore das despedidas
tivesses deixado a estátua que poderia nos acompanhar,
pois o vento, o vento gracioso,
se extende como um gato para deixar-se definir.
Tradução: Claudio Daniel
Geometría del Agua
La luz que se abre en el fondo del estanque,
flejes.
Tres ecos, por el envés del agua.
Agua hacia arriba, resbaladiza: tres ecos,
concéntricos.
A sua ensamblaje.
Para que brote, broten los lotos del estanque:
paraje, de quietud; lianas.
En la quietud, semejantes: loto.
Eco, en sí sola: pugnan, los ecos deslizándose
 
(copias) entrecortadas de sí tronchos
de criatura bajo las aguas.
Entre lianas; por el envés de las aguas
(azogue): tres carpas.
Que pugnan, entre sí buscando bajo la
 
crisálida de agua en pequeno orificio
respiratorio de las espirales.
Hacia los aires: tamiz.
Las tres carpas (tanteo) se arremolinan en los
aires: trasiego.
Y alzan vuelo las astas (cuajadas) las riberas.
Esa es la remembranza la semilla en crepitación
 
del eco (alborozo) alborozo de los
 
miosótis hebras en rotación por
las cunetas.
Que el ave, reconoce.
Que reconocen los peces tres veces eco del
  fondo en los estanques (semejanzas)
el pez tres veces.
Geometria da Água
A luz que se abre no fundo do tanque,
aros.
Três ecos, pelo inverso da água.
Água para cima, resvaladiça: três ecos,
concêntricos.
Sua ensamblagem.
Para que brote, brotem os lótus do tanque:
paragem, de quietude: lianas.
Na quietude, semelhantes: lótus.
Eco, em si só: lutam, os ecos deslizando
(cópias) entrecortadas de si nacos
de criatura sob as águas.
Entre lianas: pelo inverso das águas
(azougue): três carpas.
Que lutam entre si buscando sob a
crisálida da água o pequeno orifício
respiratório das espirais.
Até os céus: crivo.
As três carpas (esboço) se aprumam nos
ares: trasfego.
E alçam vôo as hastes (imóveis) as ribeiras.
Essa é a lembrança a semente em crepitação
do eco (alvoroço) alvoroço dos
miosótis fibras em rotação
pelas valetas.
Que a ave, reconhece.
Que reconhecem os peixes três vezes eco do
fundo nos tanques (semelhanças)
o peixe três vezes.
Tradução: Claudio Daniel
El mendicante
Y gritaba, soy feliz, no tengo nada, una tela cubre mis desnuces,
ya está aquí la escudilla de arroz hervido,
pronto iré a pedir unas gotas de salsa de
soja, quizá una fruta, cuál (de entre todas),
pediría tal vez unos cobres; soy feliz bajo
la higuera de Bengala, quepo bajo su sombra,
en la intemperie quepo, me acuclillo, sombras
de una centenaria ceiba, sombras del cebú que
ahí viene a abrevar, en la postura del loto
me siento, sombras de una huerta llena de
árbores frutales, sombras de un vocabulario:
no quepo en mí de contento, mastico sombras
y me golpeo contra un río, dos estrechas
riberas el meandro de mi sombra; um batintín
golpean en la desembocadura, acudo (no era
la fuente en alto de las aguas?), me humillo
ante el Soberano, yo soy su sombra, alzo la
vista a la tercera vez, oigo mi voz gritar,
soy feliz soy feliz no tengo nada; y me siento
sobre el trono de palisandro, visto mis
desnudeces con la túnica azafrán de seda,
huelo la canela huelo de islote en islote las
aguas aromáticas del desayuno, con su punto de
miel milflores, seca flor de jazmín; llegan
en hilera con barbas de tres días, yo soy
lampiño; se postran y oigo la retahíla de las
reencarnaciones: ya acabé, gualda feliz, trama
revés desolladura, gualda flor que repunta en
los alvéolos: flor de tuétano, brazada florida
de las reses, rumiante respiración sus
ramilletes llenan los búcaros de estaño en
las hornacinas del salón: flor imperial los
salones; otro aposento y otro, cortinas
escarlata de terciopelo, el lecho matrimonial
sobre la tarima: tarima y tálamo, a mis pies
colocan a la Lampiña, mi aliento enrarecido
roza sus mejillas, husmeo en la hez de su
cutis: adónde estamos? Fruteros estatuillas,
raudal; estuches y arquitrabes, raudales:
resbala por el candeal del aire la espiga a
una configuración de panes, tortas de aceite;
y las aguas resbalam (rosa) (hinojos)
(manzanilla) a la redondez sin asas de un
jarro: una taza me quema las manos, oigo
verter, veo mi cicatriz, oigo chisporrotear
la quemazón en mis huellas digitales. Aprieto
las yemas de los dedos contra los muslos,
estoy tatuado: y en su contemplación veo caer
tizón sobre mis muslos, inquieta desembocadura
del aire de los arrozales. A eso huelo, ahí
huelo; entre mis piernas, el receptáculo,
revestimiento de reses: y grito, soy feliz soy
feliz no tengo nada, en mi própia rapiña me
atropello, trunco la gama, entre mis piernas
recojo el cuenco de mis manos, oigo verter,
verter la mosca su hollines, la ninfa sus
parásitos designios de transformación, oigo
cesar mis evoluciones: y callo urraca, callo
rama y flor de su pico, iba a extender otra
vez la mão, abrir la boca, oír los
encadenamientos abreviados de mi voz, y me
sustraje, flor de loto bajo un árbol abrí
la blanca sombrilla hexágonal de seda, tiara,
orlas insonoras del viento.
O mendicante
E gritava, sou feliz, não tenho nada, uma tanga cobre minha nudezjá está aqui a escudela de arroz cozido, logo irei pedir um pouco de molho de soja, talvez uma fruta, qual (dentre todas), pediria talvez uns cobres; sou feliz sob a figueira de Bengala, fico sob sua sombra, na intempérie fico, de cócoras, sombras de uma centenária ceiba15, sombras do zebu que aí vem se saciar, na postura de lótus me sento, sombras de um pomar cheio de árvores frutíferas, sombras de um vocabulário: não caibo em mim de contente, mastigo sombras e me choco contra um rio, duas estreitas ribeiras o meandro de minha sombra; um gongo golpeiam na desembocadura, acorro (não era a fonte no alto das águas?), me humilho ante o Soberano, eu sou sua sombra, alço a vista pela terceira vênia, ouço minha voz gritar, sou feliz sou feliz não tenho nada: e me sento sobre o trono de palissandra, visto minha nudez com a túnica açafrão de seda, sinto a canela sinto de ilhota em ilhota as águas aromáticas do desjejum, com seu ponto de mel silvestre, seca flor de jasmim: chegam em fileira com barbas de três dias, eu sou lampinho; se prostram e ouço a série de reencarnações: já acabei, jalde feliz, trama revés esfolamento, jalde flor que desponta nos alvéolos: flor de tutano, braçada florida de reses, ruminante respiração seus ramalhetes enchem os púcaros de estanho nas abóbadas do salão: flor imperial os salões; outro aposento e outro, cortinas escarlate de veludo, o leito matrimonial sobre o estrado: tarimba e tálamo, a meus pés colocam a Lampinha, meu alento rarefeito roça suas faces, farejo no odor de sua cútis: onde estamos? Frutais estatuetas, caudal; estojos e arquitraves, caudais: resvala pela pura farinha do ar a espiga a uma configuração de pães, tortas de azeite; e as águas resvalam (rosa) (erva-doce) (camomila) à redondez sem asas de um jarro: uma xícara me queima as mãos, ouço verter, vejo minha cicatriz, ouço crepitar a queimação em minhas impressões digitais. Aperto as polpas dos dedos contra as coxas, estou tatuado: e em sua contemplação vejo cair tição sobre minhas coxas, inquieta desembocadura do ar dos arrozais. A este sinto, aí sinto; entre minhas pernas, o receptáculo, revestimento de reses: e grito, sou feliz sou feliz não tenho nada, em minha própria rapinagem me atropelo, trunco a gama, entre minhas pernas recolho a escudela de minhas mãos, ouço verter, verter a mosca sua fuligem, a ninfa seus parasitas desígnios de transformação, ouço cessar minhas evoluções: e calo ave, calo rama e flor de seu bico, ia estender outra vez a mão, abrir a boca, ouvir os encadeamentos abreviados de minha voz, e me subtraí, flor de lótus sob uma árvore abri a branca sombrinha hexagonal de seda, tiara, orlas insonoras do vento.
Tradução: Claudio Daniel
As duas dádivas 1
José Kozer 2 Tradução e notas de Paulo Octaviano Terra 3 O vovô repartia seu cereal dos sacos de juta, suas panacéias de açúcar preto. De branco avental de lona, numa caixa de refrigerante, atrás do balcão, somava e repartia o velho batido de sua filologia alheia e, a granel, do anterior, dava o atual: entregava o costal fundo, cheio de feijão ou arroz, a quem quer que fosse que, olhos (visíveis) de fome (gorada), olhos de pura casca, aparecesse com suas asas de anjo ou um saco de papel nas mãos. Impelido por um velho processo de subidas e descidas, anos mais tarde e nestas linhas, preveni-me e dispus-me e titubeei-me e não sei. Onde me apoiarei? O corrimão está carcomido. O tempo lento acelerar-se rumo à sua imperceptível dedicação de futuro. Não haverá outro instante: se apoiar este corpo (descendo) com o peso máximo de sua caranadura, na certa, cairei. E me pergunto. Ele e tudo aquilo anterior são uma resposta. (Mantenho-me atento). E dou uma passada por seus cereais. Reparto uma foice enferrujada, que deixaram pelos altos capins da roça e, de meus anos e mais anos de moenda, entrego este pedaço de bagaço. Como um punhado de penas ósseas de minhas aves mortas, le- vanto-me e, por detrás destas palavras, no vôo (ascendente), entrego a desmesurada ave de seus espaços. Esse sino de anunciação chegará aos que entrarem (devagar) nestes domínios. Dou estas letras, toda a redonda intensidade de alguma concha ou de alguma fruta (a maçã, por exemplo) a granel, estas letras e, se entrarem satisfeitos e congestionados em minha palidez, à sua boca aberta, entregarei a insólita palavra jurisdição e a insólita palavra maçã ou mosca, rondando a cabeça do vovô. Em sua estância, ininterruptamente, recolher-me-ei. Nova Iorque, dezembro, 16, 1988 Paulo Octaviano Terra Varginha, dezembro, 22, 1989/São Paulo, dezembro, 6, 1996
1 As duas dádivas: KOZER, José. Las dos dádivas, poema datado de 16.12.1988 e enviado em fotocópia pelo próprio autor.
2 José Kozer: Cuba: Havana 1940. Poeta, professor. Reside em Nova Iorque desde 1960. Desde 1965, ensina espanhol no Queens College. Entre seus livros, destacam-se: Este judío de números y letras (1975), Y así tomaron posesión en las ciudades (1978), El carillón de los muertos (1987), etc. Sua obra foi traduzida parcialmente para o inglês, o francês , o italiano, o hebreu e o português.
3 Paulo Octaviano Terra: Minas Gerais: Varginha, 8 de janeiro de 1953. Poeta, ensaísta, tradutor. Licenciado e pós-graduado em Letras. Professor de Línguas Portuguesa e Espanhola e suas respectivas literaturas. Mestre em Língua Espanhola e Literaturas Espanhola e Hispano-Americana pelo Departamento de Letras Modernas da FFLCH Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas da USP Universidade de São Paulo.
Tradução e notas: Paulo Octaviano Terra
III— Néstor Perlongher
veja também o ensaio e traduções de Josely Viana Batista:
Na tela rútila das pálpebras:
olhar sobre a poesia de
Néstor Perlongher
Caza
Pernas se adiantando ao andamento erétil dos músculos, a vibração das virilhas na vidraça de opalina o olho se espelhando lambesse o tornassol, sim nacarado, sim luminescente, mas (adstringentemente) opaco. Destingem o fulgor glacial ou descolorem-no, poços de meia-luz, como plissês, se ocultando as penugens ao sereno, fizessem transpassar a olumbrada floresta de um relampejo de torpor, esquivo, cínico quatro em pernas de curtido tremor (e perigoso) degringolar, saltar, garra de mata, na surtida, sapa das cabriolas alambicadas das franjas espaventadas ao relento, a frágil estrutura do arame que mantivesse alto o topete, coleia ou reboleia qual lagarta o ouro lasso dos planos vazios que palmeia, apalpando, no deslizar das opalinas pelos corredores de cinza e velo que corrói um voile descolorido. Ao corrê-lo, os gases, desvanecidos como névoas, insistentes, não que se diluíssem, mas sim agravassem seu rigor orlas de alvenaria marmoreada em jade, arrebolando o duro estoque carmesim os interiores do lamê, que fora, nessa consistência do penteado ao raspar-se pelo jade de um rápido carmim, pousasse as farpas do cilício sobre as chagas planas de uma cicatriz superficial, as marcas da espera esterilhada em vertical, a vertigem da pirueta exagerada na beirinha do meio-fio. Veredas, veredas lavradas pela inconseqüência de um peixe-pau, estrito quase teso na espadez que explande, que despede, para encantar, olhos melosos, lambos canclos, limos de enxofre saponáceo na argentina transparência.
Caça
Pernas se adiantando ao andamento erétil dos músculos, a vibração das virilhas na vidraça de opalina o olho se espe-lhando lambesse o tornassol, sim nacarado, sim lumines-cente, mas (adstringentemente) opaco. Destingem o fulgor glacial ou descolorem-no, poços de meia-luz, como plissês, se ocultando as penugens ao sereno, fizessem transpassar a olumbrada floresta de um relampejo de torpor, esquivo, cínico quatro em pernas de curtido tremor (e perigoso) degringolar, saltar, garra de mata, na surtida, sapa das cabriolas alambicadas das franjas espaventadas ao relento, a frágil estrutura do arame que mantivesse alto o topete, coleia ou reboleia qual lagarta o ouro lasso dos planos vazios que palmeia, apalpando, no deslizar das opalinas pelos corredores de cinza e velo que corrói um voile descolorido. Ao corrê-lo, os gases, desvanecidos como névoas, insistentes, não que se diluíssem, mas sim agravassem seu rigor orlas de alvenaria marmoreada em jade, arrebolando o duro estoque carmesim os interiores do lamê, que fora, nessa consistência do penteado ao raspar-se pelo jade de um rápido carmim, pousasse as farpas do cilício sobre as chagas planas de uma cicatriz superficial, as marcas da espera esterilhada em vertical, a vertigem da pirueta exagerada na beirinha do meio-fio. Veredas, veredas lavradas pela inconseqüência de um peixe-pau, estrito quase teso na espadez que explande, que despede, para encantar, olhos melosos, lambos canclos, limos de enxofre saponáceo na argentina transparência.
Tradução: Josely Vianna Baptista
El Ayahuasquero
sobre una pintura de Pablo Amaringo
2. FOSFORESCENTE DELFINADO: piélago castelar en el celestinazgo morenos miembros de muchachos hienden sobresaliendo roja la cabeza del agua donde nadan o brincan escamados narvales simulando en puntilla la puntilla de atrás de una sirena, delfín enamorado de lo azul en aguadas que casca al horadar, su sutil muñequeo — de aúreas líneas de rayas orlado — señala en su hundimiento la división redonda de los grandes volúmenes mojados. Del agua un poco más que azul, ya prusia, la calidad oleosa trastorna del almizcle a fin e desatar una humareda que lama — eso se ve — las polleras de geometrías auriverdes que ciñen o bordean las cinturas de una pareja de ndias sin sos tén. A la de la derecha los ruleros una invasión de puntos salpicaba el almíbar metalizado en peltre la extensión de la blonda (arde el agua e abajo) cabellera. De la mano de la otra salía un pañuelito bermejo cual ají que acariciaba las espaldas de galápago de un sabio de sombrero achatado cuyas manos emitían ondas parejas de energía sanguínea como las venas del brazo que la irradiación estaba alzando. Sobre ambas náyades desnudas (finíssimos pezones: el bozo de un pincel) un templo camboyano del costado del cual fluía una cascada. El sabio milagroso sobre una esfera de aguas aéreas inclinaba el poder de sus falanges. Una mujer flotaba semihundida en ese círculo del agua.
O Ayahuasqueiro
sobre uma pintura de Pablo Amaringo
2. FOSFORESCENTE DELFINADO: pélago casteleiro em celestinagem morenos membros de meninos submergem sobressaindo rubra a cabeça da água onde nadam ou brincam escamosos unicórnios-do-mar simulando lado a lado atrás de uma sereia, delfim enamorado pelo azul nas ondas que sulca em saltos, seu sutil "desmunhecar" — de áureas linhas de raios orlado — ressalta no mergulho a redonda divisão dos grandes volumes molhados. Da água um pouco mais que azul, já prússia, a oleosidade transtorna o almíscar para desatar a fumaça que lambe — isto se vê — as tangas de geometrias auriverdes que cingem ou bordejam as cinturas de duas índias sem sutiã. À da direita, as vagas salpicavam uma mistura de açúcar metalizado, numa invasão de pontos, à distância da ruiva (arde a água embaixo) cabeleira. Da mão da outra saía um lencinho vermelho como pimentão que acariciava as espáduas de galápago de um sábio de chapelão achatado cujas mãos emitiam duplas rajadas de energia sanguínea como as veias do braço que alçava a irradiação. Sobre ambas náiades desnudas (finíssimos mamilos: o bico de um pincel), um templo cambojano de cujo flanco fluia uma cascata. O sábio milagroso sobre uma esfera de águas aéreas inclinava o poder de suas falanges. Uma mulher flutuava quase submersa nesse círculo de água.
Tradução: Claudio Daniel
veja também os poemas de Big Bang na tradução de Joca Reiners Terron.
Ni la voz precedida por el eco,
ni el reflejo voraz de los desnudos
cuerpos en el azogue de los mudos
cristales, sino el trazo escueto, seco:
las frutas en la mesa y el paisaje
colonial. Cuando el tiempo de la siesta
nos envolvía en lo denso de su oleaje
o en el rumor de su apagada fiesta,
cuando de uno en el outro se extinguía
la sed, cuando avanzaba por la huerta
la luz que el flaboyant enrojecía,
abríamos entonces la gran puerta
al rumor insular del mediodía
y a la puntual naturaleza muerta.
Nem a voz precedida pelo eco,
nem o voraz reflexo dos despidos
corpos no argento-vivo desses vidros
mudos, e sim o traço enxuto, seco:
os frutos sobre a mesa e a paisagem
colonial. Quando a hora da sesta
nos enredava em sua densa maragem,
ou no rumor da sossegada festa,
quando de um no outro se esquecia
a sede, e avançava pela horta
a luz que o flamboyant ruborescia,
abríamos então a grande porta
ao rumor insular do meio-dia
e à exata natureza-morta.
Tradução: Josely Vianna Baptista
El émbolo brillante y engrasado
embiste jubiloso la ranura
y derrama su blanca quemadura
más abrasante cuanto más pausado.
Un testigo fugaz y disfrazado
ensaliva y escruta la abertura
que el volumen dilata y que sutura
su própia lava. Y en el ovalado
mercurio tangencial sobre la alfombra
(la torre, embadurnada penetrando
chorreando de su miel, saliendo, entrando)
descifra el ideograma de la sombra:
el pensamiento es ilusión: templando
viene despacio la que no se nombra.
O êmbulo polido e oleado
investe jubiloso na fissura
e derrama sua branca queimadura
a cada pausa mais esbraseado.
Testemunha fugaz e disfarçada
ensaliva e esmiúça a abertura
que o volume dilata e que sutura
sua própria lava. E na opala ovalada
em linha tangencial sobre a alcatifa
(a torre, lambuzada penetrando
esguichando seu mel, saindo, entrando)
o ideograma da sombra se decifra:
o pensamento é só ilusão: vibrando
assoma suave a que não se cifra.
Tradução: Josely Vianna Baptista
Do Livro COBRA excerto
TEATRO LÍRICO DE BONECAS
I
Desde o amanhecer, metidos em formas, aplicava-hes compressas de pedra-ume, castigava-os com banhos sucessivos de água fria e quente. Apertou com mordaças; submeteu-os a mecânicas grosseiras. Fabricou, para encerrá-los, armações de arame, cujos fios encurtava, retorcendo com alicates; depois de lambusados com goma-arábica, cercou-os com ataduras: eram múmias, bebês de medalhões florentinos.
Intentou curetagens.
Recorreu à magia.
Caiu no determinismo ortopédico.
Cobra. Deus meu no toca-discos, naturalmente, Sonny Rollins por que me fizeste nascer se não era para ser absolutamente divina? gemia, nua, sobre uma pele de alpaca entre ventiladores e móbiles de Calder De que me serve ser rainha do Teatro Lírico de Bonecas, e ter a melhor coleção de brinquedos mecânicos, se à vista de meus pés fogem os homens e se espantam os gatos?
Tomava uns goles da "piscina" o jarrão em que a Senhora, para compensar os rigores do verão e a prática redutora, lhe servia um xarope de framboesa com gelo frappé alisava as emaranhadas fibras de vidros com um esquadro milimétrico, tomava a medida dos rebeldes e atacava outra vez o "Deus meu, por que...", etc.
As seis começava a transformar-se para o espetáculo das doze; nesse penoso ritual, cada enfeite tinha seu mérito: as pestanas postiças e a coroa, os pigmentos, que não podiam ser tocados pelos profanos, as lentes de contato amarelas olhos de tigre os pós-de-arroz das grandes plumas brancas.
Mesmo fora de cena, uma vez pintados e metidos em seus trajes, a Rainha era obedecida, e fugiam pelos corredores ou se encerravam nos armários embutidos e saíam os criados caiados de farinha à aparição bigoduda de um Demônio.
Apressada, desgrenhada, o contrário da apresentação cênica, a Senhora deslizava em chinelos de Macaco Sábio, dispondo os aparatos que estruturavam aquele espaço decroché, aquela heterotopia casa de pensão, teatro ritual e/ou fábrica de bonecas1, puteiro lírico cujos elementos só ela salvava da dispersão ou do tédio. Surgia na cozinha, na fumaça alaranjada de um molho de camarões, corria pelos camarins levando um prato de ostras, preparava uma seringa ou molhava em laca um pente para reforçar um anel de cabelo recalcitrante.
E assim ia e vinha a Intrometida, como lhes dizia ainda há pouco, pelos corredores daquele caracol de cozinhas, câmaras de vapor e camarins, atravessando nas pontas dos pés as celas escuras onde dormiam o dia inteiro, amarradas em aparelhos e gazes, imobilizadas por fios, lascivas, emplastradas de cremes brancos, as mutantes. As redes de seu trajeto eram concêntricas, seu passo era espiral na decoração barroca dos mosquiteiros. Vigiava a eclosão de seus casulos, a ruptura da seda, a manobra alada. O Museu Guggenheim, com suas rampas centrifugas atordoava menos do que este, turvo e reduzido a um único trecho, que a Alcagueta animava com seu diurno deambular; castelo circular achatado, "labirinto da orelha". Acalmava as pacientes com um algodão embebido em éter, dava um gin tônica às sedentas, e às que se impacientavam com a espera entre compressas de terebentina fervendo e emplastros de folhas machucadas, seu conselho predileto era: sejam brechtianas.
Dava ordens trançando coques, aqui reduzindo uma barriga com massagens de gelo, ali um joelho, alisando manoplas, afinando os vozeirões rebeldes com inalações de cedro, diminuindo os pés irredutíveis com a plataforma dupla e um salto piramidal, distribuindo penduricalhos e adjetivos.
...
(1) Quem, ao levantar, já se viu a si mesmo, tal qual era quando ain-da tinha cabelo, entrar no banheiro e sentar-se na privada, ou se disse adeus, entre dois corredores de metrô, mais velho que um cartão postal descolorido, não se assombrará com esta coincidência.
(COBRA. Severo Sarduy. Trad. Gerardo Mello Mourão. José Alvaro, Editor, 1975)
Nerval: Nervaduras
a Horácio Costa
I
luz negra del laúdII
nervaduras:
Nerval: Nervuras
a Horácio Costa
I
luz negra do alaúde
luto atado ao
braço da luz
 
luto da luz
contra
claridade celesta da voz:
diz Nerval
mas diria halo ou calhandra
claridade da voz
festa celeste
II
nervuras:
Tradução: Josely Vianna Baptista
Do Livro A GUARACHA DO MACHO CAMACHO excerto
Se vocês se virarem agora, com a virada e o olhar discretos, vê-la-ão esperar sentada, com uma calma, ou com a sombra de uma calma, que a atravessa. Rosto de ausente é o que tem, rosto de viva por mim e me toque, as pernas cruzadas em cruz. Vê-la-ão esperar sentada num sofá os braços abertos, pulseiras nos braços, reloginho num braço, anéis nos dedos, no tornozelo esquerdo uma correntinha com pingente, em cada perna um joelho, em cada pé um sapatão singular. Corpo incômodo é o que tem, corpo de me deixe, ora... estão vendo? Corpo que ela senta, estende e embola num sofá revestido de tecido de lã, útil para a superação dos frios polares, mas de uso irrealíssimo nestes trópicos tristes: aqui o sol cumpre uma vendetta impiedosa, mancha a pele, prostitui o sangue, tempestua o senso aqui em Porto Rico, colônia sucessiva de dois impérios e ilha do Arquipélago das Antilhas. Também suada, vê-la-ão esperar suada, suada e embolada num sofá suado e embolado, sofá suado e embolado que se transforma em cama que se transforma em sofá, pulcro membro esse sofá de um elenco doméstico de travestis que fazem de tudo. Como o homem dos sete instrumentos. Se vocês se virarem agora, com a virada e o olhar discretos, vê-la-ão esperar suada, não obstante a chuvarada de agorinha há pouco. Vocês ouviram o chuveiro? Impossível: tinha a guaracha. Debaixo do chuveiro, guaracha e mulher casados numa agitação sublime: voz solta, quedas de corpo contra as paredes do banheiro, socos de guaracha na cortina do box, gorjeios excitados, lealdade a tudo o que é rebolado. Corpo e coração: trampolins da farra.
Dá a volta por cima, para espantar o zumbido desse tempo que hoje lhe sobra a mancheias, quarta-feira, hoje, tarde de quarta-feira, hoje, cinco da tarde de quarta-feira, hoje, cantarola a guaracha do Macho Camacho e a acompanha com a batida singular do sapatão singular a vida é uma coisa fenomenal o aforisma clímax da guaracha que invadiu o país, o aforisma clímax ou um deles, guaracha que vocês já dançaram ou escutaram ou compraram ou pediram para tocar em algum programa de rádio, descontando que já cantaram ou cantarolaram. o aforisma clímax ou um deles ondula como um olímpico cisne de neve e ela sacode a cabeça com um jeito escandaloso escândalo é comigo risada de háháhá ostensivo e dentes às dúzias. Dá a volta por cima, para espantar o tempo que nessa tarde se enrola na sua alma como uma guirlanda de papel crepon; espia o apartamento com olhos em que o desprezo põe fogo, coça o sovaco, procura um cigarro, endireita a posição de um brinco baratinho que parece de coral. Digo que a coisa é parecer ela declara com caretas de cumplicidade, nela sempre graciosas; se eu cair ninguém vai me levantar como quem diz que é preciso ter um coração de cortiça para flutuar quando trovejar; chover ou ventar. Dá a volta por cima, coçando uma ardência motivada pela impaciência, anda até uma cortina que esconde umas vidraças de alegres janelas arquitetura do nosso tempo, influenciada pela arte do nosso tempo a última onda. Com um sigilo desnecessário, imposto pela mania segredeira do Velho, levanta uma ponta da cortina. Filantropa, presenteia os olhos à construção cansativa de um condomínio. Com um ombro bate gostosamente na cortina e o café que a gente toma de manhã; requebrado de ponta a ponta, ganho pelas delícias que a guaracha do Macho Camacho defende, ignorante de quietudes e tranqüilidades para esperar. De esperar é que se trata, de olhar para o relógio cem vezes é que se trata, de ver que o sol se abranda é que se trata, de esperar sentada e de pé e suada e banhada é que se trata: esta tarde o Velho está demorando. O Velho está demorando mais que nunca. O Velho está demorando mais que sempre. O Velho está demorando mais que da última vez em que demorou: orações declarativas projetadas na tela panorâmica da sua chateação, a demora do Velho organiza a sua reflexão chateada, ela de pé junto à cortina.
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(A GUARACHA DO MACHO CAMACHO. Luis Rafael Sánchez. Trad. Eliane Zagury, Livraria Francisco Alves Editora, 1981)
Do Livro CONCERTO BARROCO excerto
I
De prata as delgadas facas, os finos garfos; de prata os pratos onde urna árvore de prata lavrada na concavidade de suas pratas recolhia o suco dos assados; de prata os pratos fruteiros, de três bandejas redondas, coroadas por uma romã de prata; de prata as jarras de vinho marteladas pelos artesãos da prata; de prata os pratos peixeiros com seu pargo de prata inchado sobre um entrelaçamento de algas; de prata os saleiros, de prata os quebra-nozes, de prata os covilhetes, de prata as colherinhas com adorno de iniciais... E tudo isto ia sendo levado sussurradamente, compassadamente, cuidando para que prata não se chocasse com prata, na direção das abafadas penumbras de caixas de madeira, de cestos à espera, de cofres com fortes ferrolhos, sob a vigilância do Amo que, de bata, só fazia soar a prata, de vez em quando, ao urinar magistralmente, com jato certeiro, abundante e percuciente, numa bacineta de prata, cujo fundo ornamentava-se com malicioso olho de prata, logo cegado por uma espuma que de tanto refletir a prata acabava por parecer prateada... "Aqui, o que fica" dizia o Amo. "E ali, o que vai." Naquilo que ia, também alguma prata alguma baixela menor, um jogo de taças e, claro, a bacineta do olho de prata , porém, mais do que isso, camisas de seda, calções de seda, meias de seda, sedas da China, porcelanas do Japão as do café da manhã que, sabe-se lá, seria tomado, na pior das hipóteses, em prazerosa companhia e mantilhas de seda de Manilha, viajadas pelos vastíssimos mares do Poente. Francisquillo, de cara amarrada, como uma trouxa de roupas, por um rebuço azul que sobre a bochecha esquerda lhe aplicava uma folha de virtudes emolientes, pois a dor de dentes a mantinha inchada, arremedando o Amo, e mijando no compasso do mijo do Amo, embora não na bacineta de prata mas em vaso de barro, também caminhava do pátio às arcadas, do saguão aos salões, fazendo coro, como em ofício religioso: "Aqui, o que fica... Ali, o que vai". E tão bem ficaram, ao pôr-do-sol os pratos e pratarias, as chinesices e japonesices, as mantilhas e as sedas, guardados onde melhor poderiam dormir entre aparas de madeira ou partir para uma longuíssima viagem, que o Amo, ainda de bata e gorro quando lhe cabia pôr roupas de melhor aparência mas hoje já não se esperavam visitas de despedida formal convidou o criado a compartilhar com ele uma jarra de vinho, ao ver que todas as caixas, cofres, cestos e arcas estavam fechados. Depois, andando devagar, deixou-se a contemplar, embaladas as coisas, metidos os móveis em seus envoltórios, os quadros que restavam pendurados das paredes e testeiras. Aqui, um retrato da sobrinha professa, de hábito branco e comprido rosário, engastada de jóias, coberta de flores embora com um olhar talvez demasiado ardente no dia de suas bodas com o Senhor. Em frente, em negra moldura quadrada, um retrato do dono da casa, executado com tão magistral desenho caligráfico que parecia que o artista o tinha feito num único traço, enredado em si mesmo, cerrado em volutas, logo desenrolado para enrolar-se outra vez sem alçar uma vasta pena da tela. Mas o quadro das grandezas estava lá, no salão dos bailes e recepções, dos chocolates e atoles* de rigor, onde se historiava, por obra de um pintor europeu que de passagem tivesse estado em Coyoacán, o máximo acontecimento da história do país. Ali, um Montezuma entre romano e asteca, algo como um César toucado com plumas de quetzal** aparecia sentado num trono cujo estilo era um misto entre o pontifical e o empetecado michoacano***, sob um pálio erguido por duas partasanas, tendo a seu lado, em pé, um indeciso Cuauhtémoc com cara de jovem Telêmaco que tivesse olhos um pouco amendoados. Diante dele, Fernão Cortez com barrete de veludo e espada na cinta colocada a arrogante bota no primeiro degrau do sólio imperial estava imobilizado em dramática estampa conquistadora.
...
(*) Mingau muito líquido, usado no café da manha (N.T.)
(**) Ave trepadora. (N.T.)
(***) Relativo à região de Michoacan, no México (N.T.)
(CONCERTO BARROCO. Alejo Carpentier. Trad. Jean-Claude Bernardet e Teixeira Coelho, Editora Brasiliense, 1985)
Veja também os ensaios: A Escritura como Tatuagem
de Claudio Daniel, e de Josely Vianna Baptista:
Na tela rútila das pálpebras:
olhar sobre a poesia de
Néstor Perlongher
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